miércoles, 25 de diciembre de 2013

El penúltimo Astrolabio*

El penúltimo Astrolabio* ensayo publicado originalmente en Periodico de poesía UNAM número 64. Ver aquíAna María Vázquez Salgado, CECULTAH/CONACULTA, México, 2010. 
Por Juan Galván Paulin
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… la intensa búsqueda de la palabra para abordar lo poiético –destino del poeta, anclaje del hombre en su devenir- conduce siempre a una experiencia reveladora con lo primigenio; simbólicamente puede traducirse en esa alquimia en la cual los elementos transmutan en imágenes con las que la mirada va enunciando los contenidos de lo real y su materia… así, el agua y lo telúrico se nos presentan investidos de la majestad del origen, una matriz que adviene metáfora de la Diosa; hierofanía donde el tiempo cobra sentido y la historia, la duración misma del hombre adquiere cualidad de existencia; entonces paisaje, territorio para todo peregrinaje, el de la carne, el de la mente, el del alma… ahí fuego y viento con su abrazo van convirtiéndose en lo táctil, en una sensualidad erotizada para signar la oposición a la muerte, la inapelable aceptación de su autoridad y la angustia ante la nada; entonces el poema es certeza de que sobre la vida es de lo que habla; indagación y anhelo del poeta de hacer con lo transitorio un tatuaje, de conquistar la permanencia de lo fugaz… esa fugacidad es la única huella tangible de lo real, dolor provocado por la ausencia que hiende la piel y es la fiebre de la memoria, un combustible, un ansia con el que quisiéramos obligar la eternidad, detener ese goteo catastrófico del paso de las horas, de los días destilados noches aciagas o plenas de gozo; esperanza de que quien nos abraza, quien amamos, no se apartara nunca, desvaneciera en ese espectro tan corpóreo que es el recuerdo: extensión de una imagen, evocación, sí, para sanar y conjurar aquello, aquél, aquella que nos abandona, o que vamos dejando atrás, en una calle, en una habitación con el lecho revuelto, en la niebla que tiñe un parque antes que las luminarias urdan su labor, o al final de una discusión en la náusea de la boca amarga por ese hasta aquí que es la fractura de la dicha… una imagen me aparece recurrente al visitar la obra de Ana Vázquez, y no como recurso al que se suele llegar cuando se lee de ámbitos mitológicos, el eco de leyendas se entreteje con la resonancia de teponaztles y zampoñas, y el Mictlán o el simple camino polvoriento se vuelven sendas para confirmar laberintos; esa imagen es las mujeres enlutadas de Orozco, o las de rebozos blancos en la tierra yerma de las primeras etapas del pintor Rodríguez Lozano, ávidas de masticar el dolor y de preñarse de la ausencia de hombre, hincadas o gesticulantes en el páramo que se extiende sin horizonte posible ante ellas; fantasmas con olor a leña y sementera en los que cada rezo se destila hasta el silencio… y ese silencio, más que el hueco en el oído, es prodigioso útero hecho metáfora en un jacal…no, de ninguna manera la obra, la poesía de Ana Vázquez participa de un arcaísmo costumbrista; si bien el imaginario en el que cimienta su voz es particularmente identificable como partícipe de una tradición poética vinculada a lo paisajístico –y con ello me refiero a una cartografía del espíritu, más que al retrato de la naturaleza-, enlazada al mundo imaginal de Rulfo, al ritmo de la flor y el canto y a la ontología de Esther Seligson, no por ello su búsqueda es menos original y su verso menos contundente (hablar de originalidad no es hacerlo ya de un proyecto como de un espejismo)… así que la búsqueda de Ana Vázquez es la de dar sentido, a través de la imagen y de la metáfora, al éxtasis en que nos planta lo poético; una religiosidad con el origen, con toda matriz y con los contenidos de lo trágico; una conciencia que se propone decantar el misterio que anida en la mujer, o que es la mujer en el interior de esa temporalidad marcada por la pasión, el eros y la cueva germinativa de la muerte y de lo eterno que es su sexo, su mirada que se posa sobre cada objeto y todo rincón del sentimiento… pero antes de continuar debo ser fiel a mi propia memoria; este texto es también un ajuste de cuentas con un periodo de mi vida que me significó el acceso a la amistad, la posibilidad de compartir con otros esta vocación y este destino que señalan la ruta de poeta, periodo del que Ana Vázquez es parte importante…, lo he dicho de diferente manera y en distintos lugares, y tampoco soy el primero: la condición del poeta es un destino que debe ser cumplido bajo condena de extraviarse en el silencio de no hacerlo; y extraviarse aquí es acepción de perder los gestos y las marcas del propio rostro… A esto es a lo que invité hace 16 años a los asistentes al taller literario de Tulancingo; terrible convocatoria porque las sesiones se llevaban a cabo bajo la tutela de la Esfinge, carnicera despiadada en sus enigmas… Ana Vázquez llevó consigo al taller los mapas de su indagación constante, alguna que otra brújula y, como todos, sus naufragios personales, si no ¿qué sentido tiene cualquier expedición?..., y se atrevió a permanecer en esos perennes 40 días de tentación que es la escritura de todo texto literario… Muchos no lo saben o se agazapan en sus adulterios, pero escribir, y escribir poesía, amenaza la cordura, aquello de nosotros que nos habita en lo más profundo del ser con su oscuridad y sus abismos… con el tiempo, o en el tiempo, como mejor parezca, Ana fue construyendo su lenguaje, y con éste traduciendo alquímicamente el sentido que la vida le otorgaba a su mirada; esto se llama –fórmula inamovible repetida hasta el cliché- nombrar el mundo para que otros lo reconozcan y se reconozcan… cuentos, relatos, cartas con los que inquiría las coordenadas de sus ínsulas y continentes, la atrocidad de las tormentas… me siento afortunado de ser testigo de sus transmutaciones: Ana pertenece a la portentosa estirpe de poetas Gorgonas, diosas nunca derrotadas que ponen al hombre ante aquello que es lo único que no puede mirar de frente: la verdad… por ello su poesía es telúrica, del origen; y es fuego que consume para renovar por el agua –por el vientre- a través del hálito que es palabra/poiésis… el recorrido del poeta y de la poeta no es una mera incursión caligráfica; es, ya lo dije, peregrinaje para la develación de los arcanos presentes en cada acto humano, el riesgo ante la Esfinge… debo decir, entonces, que el peregrinaje de Ana en las bifurcaciones de lo poiético es una forma personal –luego originaria- de internarse en el laberinto para escudriñar respuestas, para obtener la paradoja de la poesía: manifestación del enigma a través de la sonoridad de la palabra (su oscuridad), en sus encabalgamientos que, al develar, interrogan… llega así a El penúltimo astrolabio, jornada intermedia hacia otros archipiélagos, una pausa antes de las próximas navegaciones… lo que ahora digo no es una definición; es únicamente un atisbo de lo que la lectura de su poemario preña en mí: veo a la poeta usando los sextantes en los mapas de la condición humana y de su propia biografía en una persecución a la raíz de la voz, una voz entre calicheras y alcobas y muros, entre valles y barrancas, no como ruinas sino en plena solemnidad, donde los cantos de las abuelas poseen el mismo sentido que las tintas roja y negra de los tlacuilos: recurso narrativo y vía poética, su uso del náhuatl, sea como lengua o con una intención metafórica, se entiende como un anhelo cosmológico; por eso afirmo que originario… decía, la remembranza de lo prehispánico que nos hacer intuir no es como una estampa extraída de algún mural, es la autoridad de un ritual donde lo telúrico y su memoria son semilla en el vientre de la desolación de una mujer deseosa del eco, del espejo de su voz y de un abrazo… por eso El penúltimo astrolabio hace de la ausencia un ámbito antes que una corporeidad, y también la certidumbre de su anécdota: la traición, el sinsentido del abandono, el drama del desamor, las palabras que quedan sin pronunciarse o sin respuesta, o las respuestas que hielan la piel o calcinan el cuerpo en la soledad irredenta; soledad de una mujer para quien los paisajes son, antes que la poesía los nombre y los revele, un territorio yermo, la cualidad del silencio; en ellos todo está por germinar y todo por ser dicho y habitado y vuelto a despojarse, siempre en un rito cíclico que va de la muerte a la vida, de la palabra a la existencia y de aquí a la memoria del amor que en su epifanía ya delata su condición de huésped del pasado… desde el primer verso de El penúltimo astrolabio Ana Vázquez va cumpliendo su abordaje del continente de lo poiético, y establece la relación, una analogía de continuidad entre la alquimia de los elementos devenidos realidad y su propia condición de mujer; y también al mismo tiempo instaura la ritualidad del poema como evidencia de la existencia: “Las tinieblas devoran la luna,/ yo también estoy menguando./ Un canto antiguo como el aire/ emerge desde los pliegues del tiempo:/ Soy quien conjura/ quien vuela sin alas/ quien alumbra la oscuridad/ quien se interna en los sueños de los hombres…”La Diosa como totalidad y origen, la mujer como metáfora de esta hierofanía… “Observo los signos en el cielo:/ es la hora/ -el comienzo-/para llevar el ropaje de la noche/ y las manos tatuadas de silencio…”la evocación del imaginario prehispánico, el canto de las abuelas instila su ritualidad en el lector; entonces todo verso deEl penúltimo astrolabio se concibe en el interior de un ámbito mítico, con la sonoridad de un caracol: la palabra desplegándose en el tiempo: “Rojo y negro es tu canto/ perfora los muros a fuerza de adherirse a mis labios/ enjambre en la ranura por la que escapa la noche/…/ ¿Dónde están las nubes de copal, tus ojos y mi casa?/ ¡Dónde las plumas que sostienen tu espíritu y mi sombra?...” identidad, ontología femenina vuelta a la raíz de Coatlicue y sus advocaciones, y también la ausencia del amado, pérdida y vacío… “Con qué voz he de nombrarte/ yo que nací del fuego/ que corrí con el viento hasta la orilla del mundo/ y fui raíz entre las grietas”… territorio del Mictlán, Laguna Estigia, la Casa del Polvo, peregrinaje en lavía del inframundo para renacer y renovar la vida: “Es mi casa/ columna en que la luz se hamaca/ Abrevadero en donde los acantilados mitigan su sed./ Voy a ti desde el principio del tiempo vestida con un manto de olvido”pero también avidez por el paisaje, soledad del cuarto o del lecho vacíos, desamparo de la mujer abandonada, con su furia, con su afilado dolor homicida, con su llanto y con su rabia: “Te miro/ voy desandando primaveras/ en un doblar solemne de campanas/ que sellan cada hora con su voz melancólica./ Ayer fuiste tabernáculo de luz/ hoy/ oscuridad apenas detenida”…Entonces esa imagen recurrente en mi memoria, las mujeres enlutadas con rebozos blancos, que no son repertorio del imaginario sino su esencia, pueden cobrar en mi lectura de El último astrolabio de Ana Vázquez el sentido de evidencia, que no representación, de lo real a través de su metáfora; y es en ésta donde lo que me atrevo a llamar la cosmoontología de la Diosa hace reinar su majestad, es decir, el continuo del misterio de lo que acostumbramos llamar la vida: “Emerge ahora la palabra/ vuelo frágil/ luz rompiendo la oscuridad primera/ plegaria para el nuevo advenimiento/…/ Es el misterio de la noche/ tálamo cuajado de luna/ refugio de ternezas/ esplendor de un día de fiesta/ alas/ que rompen en vuelo al infinito”…

Maestría en humanismo y cultura

RELIGIÓN Y FILOSOFÍA DE LA ANTIGÜEDAD
ProfesorJuan Galván Paulín
 
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DURACIÓN48 horas
Presentación
 El conflicto que presenta para el hombre contemporáneo la definición de lo “religioso” deriva en gran medida de la idea elaborada por el último gran ilustrado, Carlos Marx, en el sentido de que “la religión es el opio de los pueblos”. Premisa elevada a dogma del pensamiento moderno, por su condición tautológica ha impedido comprender, a quienes no son especialistas en los temas de la fenomenología religiosa y de la historia de las religiones, que el pensamiento mítico, su lenguaje que es el símbolo, y el pensamiento religioso son las bases sobre las cuales, a través de la creación de un imaginario cuyo cimiento es la idea de lo sagrado, han creado la idea de realidad sobre la que el hombre entiende el sentido y la dimensión de su vida.
   Atentos a esta dificultad, con este curso pretendemos acercar a los alumnos a un ejercicio de pensamiento capaz de reelaborar el conocimiento que acerca de lo que el fenómeno religioso ha representado en la historia de la humanidad, así como el significado que tal concepto posee en este momento en el que se hace concreta la afirmación de André malroux: “El siglo XXI será religioso, o no será”.

Objetivos

Reconocer y revalorar la importancia que el mito y el pensamiento religioso tienen para la idea de lo real y del sentido de la existencia del hombre, desde sus orígenes hasta el momento actual, a través de un recorrido por las principales culturas desde el momento mesopotámico hasta la aparición de la idea del dios monoteísta.
1.El mito y lo sagrado
1.1. Introducción al curso
1.2. El mito, el símbolo y el pensamiento religioso.
2 Las religiones mesopotámicas
2.1Sumeria, la realeza y el concepto de destino.
2.2 Acadia-Babilonia. La noción existencialista de la muerte en el poema de Gilgamesh
3.La religión egipcia
3.1. El mito como constructor del universo y del imperio
4.La religión de los hititas
4.1. El paisaje como creador de dioses.
4.2 La noción de falta
5.La religión de la zona sirio cananea y la religión del pueblo de Abraham
5.1. Los semitas occidentales y sus dioses
5.2 La base histórica del relato bíblico
5.3 Del Dios de los patriarcas al Dios monólatra
6.La religión Védica
6.1La diosa dravídica y sus contenidos cosmontológicos de la eternidad, la permanencia y lo inmutable.
6.2 Los veda y los dioses védicos
7.El Brahamanismo
7.1. Dharma y Karma; Samsara, la fatídica rueda de las reencarnaciones.
7.2. De la trimurtu al Absoluto
7.3. Cultura
8.El Budismo.
8.1 Sidharta Gautama y el simbolismo de la renuncia.
8.2 El evangelio de la salvación
8.3 Nirvana y la disolución del yo
9. El judaísmo
9.1. La caída del primer templo y el cautiverio en Babilonia como fundamentos para las nociones escatológicas, apocalípticas y mesiánicas.
10. El cristianismo
10.1. La figura de Jesús, los evangelios y la construcción del imaginario cristiano.
11. Las mitologías indoeuropeas.
11.1. La estructura sagrada trifuncional en germanos y celtas y sus simbolismos mitológicos, sociales y culturales.
12. Conclusiones
12.1. El pensamiento religioso como creador del imaginario a través del cual se comprende el sentido de la realidad
Bibliografía básica

Las religiones del mundo. Volúmenes 1,2,4 y 5. Siglo XXI editores, México.
Bibliografía complementaria
Campbell, Josephl; Las mascaras de Dios, Volúmenes 1,2 y 3. Alianza Editorial, España 1994.
Eliade, MIrcea; Imágenes y símbolos. Tauru, España, 1976.
Velasco, J.M.; Introducción a la fenomenología de la religión. Trotta, España, 2009.

Próximos cursos

LA EXPERIENCIA MÍSTICA
ProfesorJuan Galván Paulin, narrador, poeta y ensayista
 
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HorarioJueves de 18:00 a 20:00 horas 
Descripción:
Vivimos un momento en el cual la experiencia espiritual profunda se asume como el primer referente sobre el cual se apoya el anhelo religioso producto de un sentimiento de desamparo y de sinsentido de la vida. De este modo, la experiencia mística y el misticismo han pasado a formar parte de un imaginario más o menos popular que, banalizados y vulgarizados, se han convertido en el referente obligado de lo que consideramos las formas a través de las cuales podemos liberarnos de la angustia y el dolor que la existencia nos provoca. La intención de este curso es abordar los conceptos generales de lo que el fenómeno místico comporta; las características y diferencias que tienen la piedad mística y la piedad profética; así como la figura del místico y la manera en que su experiencia se realiza, expresa y, en su caso, se comunica o comparte, y la relación que esto guarda con la autoridad religiosa, a fin de ampliar la reflexión sobre la necesidad religiosa de nuestro tiempo.

Se hará una lectura y discusión sobre las nociones generales del misticismo a fin de abordar de manera amplia y general tres religiones de la piedad profética, el judaísmo, el cristianismo y el islam, para destacar sus características principales así como la manera en que el mistico influye o no en la tradición religiosa, y cómo el particular lenguaje simbólico del místico permite el acceso a la realidad totalmente otra y a la experiencia con Dios.
Temas y subtemas:
Primer semestre

-Nociones generales del misticismo.

-Misticismo judío
-Nociones generales del misticismo judío.
-La Cábala
-La devekut
-La unión mística

-Misticismo cristiano.
-Nociones generales del misticismo cristiano.
-El evangelio.
-Análisis simbólico de las parábolas crísticas.
-Lectura y análisis de textos de Santa Teresa de Ávila y San Juan de la Cruz.
- La experiencia poética y la experiencia religiosa
-Lectura y análisis de poemas de Ernesto Cardenal.

-Misticismo islámico.
-Nociones generales del misticismo islámico.
-El misticismo sufí.
-Lectura y análisis de poetas y místicos islámicos.
-La Persia islamizada.
-Tierra celeste y cuerpo espiritual.
-Los ángeles.
-"El exilio de occidente"
-El hermetismo en Irán.
La experiencia mística


Segundo semestre
El misterio que China y Japón representan para el mundo occidental se debe fundamentalmente a la extrañeza que sigue provocándonos la sofisticación de un pensamiento capaz de elevar los aspectos más simples de la vida humana en exquisitas formas que norman el sentido de la existencia.
Figuras como Lao Tse o Confucio, o el arribo del budismo a China y Japón; la creencia de prolongar la vida o alcanzar la inmortalidad a través de la vía del Tao; o la institución de una moral y una disciplina orientadas a las masas populares son sólo algunos de los aspectos que revisaremos en este semestre como una introducción al pensamiento del oriente lejano.

Mitología china.
-El pasado mítico
-El taoismo
-El budismo chino

Mitología japonesa
-El pasado mítico
-La vía del espíritu
-El budismo japonés
-La vía de los héroes
-La vía del té
- Budismo Zen.
- El Tibet, Buda y la nueva felicidad

Próximos cursos

RELIGIONES DEL MUNDO
Del Retorno a lo sagrado al encuentro con el mito
ProfesorJuan Galván Paulin
 
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HorarioLunes, de 18:00 a 21:00 horas
Descripción:
Temas y subtemas:
Primer semestre

Entre los fenómenos sociales que definen el inicio del presente siglo destaca aquel que confirma las palabras del intelectual francés André Malraux: "El siglo XXI será religioso o no será".  El anhelo espiritual y la búsqueda de un sentido que de dimensión a la existencia parecen dar al hombre una nueva mirada y una nueva conciencia acerca de lo que la religión representa en tanto vínculo con la realidad y consigo mismo; y se desea que esto no sea experimentado sólo como un consuelo ante la angustia que la vida misma propicia, sino como una forma profunda de comprenderla y habitarla. Por esta razón, es intención de nuestro curso abordar los conceptos fundamentales de la historia y de la fenomenología religiosas, con el fin de contribuir al conocimiento de los aspectos más profundos del ser humano y así dar respuesta a las interrogantes que lo acompañan en este momento de duda y desamparo en que parecen haberlo colocado los propios resultados de lo que hemos dado en llamar el progreso.

En este diplomado se da una introducción a los conceptos de mito, símbolo y lo sagrado con el objeto de entender la importancia del pensamiento religioso como la primera forma de comprensión de la realidad y del sentido que comporta la existencia del hombre en el mundo; así mismo, se revisan los aspectos fundamentales de dos de las primeras grandes religiones aparecidas en la historia, la egipcia y la sumeria. El recorrido por las religiones mesopotámicas, de la Anatolia antigua, la zona sirio palestina, la religión del pueblo de Abraham, el hinduismo, el budismo, entre otras, permitirá a los interesados comprender la realidad otra habitada por el hombre pontífice.


-Introducción a los conceptos de Mito, Símbolo, lo Sagrado, Religión.
    -La hierofanía y la experiencia religiosa. El hombre religioso.
    -La Diosa de los pueblos agricultores, los dioses de los pueblos de cazadores

-Las religiones mesopotámicas.
-La religión sumeria.
-El Poema de Gilgames. La noción de destino y el sentido de la muerte.
-La religión babilónica.
-El panteón divino. La adivinación.
-La religión egipcia.
-Mito e historia faraónica.
-La inmortalidad.
-La religión Hitita.

- Las religiones de la zona sirio cananea
   -El Dios monólatra
   -La religión del pueblo de Abraham
   -Introducción al concepto de Dios monoteísta.

-La India védica.
-El Hinduísmo.
-Buda y el budismo



Segundo Semestre
Hacer un recorrido por dos de las principales religiones prehispánicas de México, la maya y la azteca, nos permitirá conocer la forma en que ambas culturas concebían e interpretaban el cosmos, en el cual habitaban los dioses y los hombres en una relación estrecha en la que los mitos y los ritos expresaban los conceptos de espacio y de tiempo, de divinidad, realeza y humanidad para dar sentido a una imagen del mundo y del universo siempre en movimiento, siempre renovado que dependía, como la vida misma, del propio sacrificio de los dioses. De la misma manera, en este curso se comentarán aspectos particulares de algunas mitologías de pueblos indoeuropeos -celtas y germanos-, a fin de comprender el sentido de ese fenómeno del pensamiento religioso que nos hace saber que en Oriente toda mitología se convierte en religión, en tanto que en Occidente toda mitología se convierte en épica y poesía.

En el caso de la religíón maya, nos serviremos de la lectura y discusión del Popol Vuh, a fin de conocer las nociones de tiempo y espacio contenidas en el simbolismo de las divinidades y su relación con los hombres a través del juego de pelota, así como la forma en   que el relato mítico  vincula a la actividad agrícola y las acciones de los soberanos con la cronología mítico-histórica sobre la que se apoyan  la vida cotidiana y la noción de destino en la cultura maya. Para las mitologías indoeuropeas, los comentarios acerca del relato mítico legendario del héroe celta Cuchulain nos servirán para encontrar las analogías entre las diferentes funciones divinas pertenecientes a lo mágico jurídico, lo heroico y la de los proveedores y poseedores de la técnica para comprender el sentido mismo de la estructura religiosa y social de pueblos como el indio, el romano, el celta y el germano.


Las reflexiones sobre los referentes míticos que fundamentan la aparición del judaísmo, el cristianismo y el islam, nos permitirán establecer las correspondencias entre experiencia religiosa e historia, así como la formación de los ámbitos escatológicos que dan sentido a sus contenidos espirituales.

-Judaísmo
-El momento patriarcal.
-El Dios Monoteísta y Moisés.
-Mesianismo y apocalíptica.

-El cristianismo.
-Antecedentes del Cristianismo.
-Jesús y la figura mesiánica.
-Formación del cristianismo.
-Evangelios canónicos; el evangelio de Tomás, el evangelio de Myriam de Magdala.

-El Islam.
-Mahoma y el Corán.
-Mahoma y la formación del Islam.

-Religiones prehispánicas.
-Los mayas
-Espacio y tiempo sagrados
- Popol-Vuh y su simbolismo astronómico agrícola.
-Teotihuacan y los toltecas; el universo de los dioses.
-Los aztecas.
-Mito e historia, la herencia toltecáyotl.

-Las mitologías indoeuropeas
-La diosa y el héroe.
-La estructura trifuncional del panteón divino.
-Germanos, celtas y romanos.

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RELIGIONES DEL MUNDO
Del Retorno a lo sagrado al encuentro con el mito
ProfesorJuan Galván Paulin
 
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HorarioLunes, de 18:00 a 21:00 horas
Descripción:
Temas y subtemas:
Primer semestre

Entre los fenómenos sociales que definen el inicio del presente siglo destaca aquel que confirma las palabras del intelectual francés André Malraux: "El siglo XXI será religioso o no será".  El anhelo espiritual y la búsqueda de un sentido que de dimensión a la existencia parecen dar al hombre una nueva mirada y una nueva conciencia acerca de lo que la religión representa en tanto vínculo con la realidad y consigo mismo; y se desea que esto no sea experimentado sólo como un consuelo ante la angustia que la vida misma propicia, sino como una forma profunda de comprenderla y habitarla. Por esta razón, es intención de nuestro curso abordar los conceptos fundamentales de la historia y de la fenomenología religiosas, con el fin de contribuir al conocimiento de los aspectos más profundos del ser humano y así dar respuesta a las interrogantes que lo acompañan en este momento de duda y desamparo en que parecen haberlo colocado los propios resultados de lo que hemos dado en llamar el progreso.

En este diplomado se da una introducción a los conceptos de mito, símbolo y lo sagrado con el objeto de entender la importancia del pensamiento religioso como la primera forma de comprensión de la realidad y del sentido que comporta la existencia del hombre en el mundo; así mismo, se revisan los aspectos fundamentales de dos de las primeras grandes religiones aparecidas en la historia, la egipcia y la sumeria. El recorrido por las religiones mesopotámicas, de la Anatolia antigua, la zona sirio palestina, la religión del pueblo de Abraham, el hinduismo, el budismo, entre otras, permitirá a los interesados comprender la realidad otra habitada por el hombre pontífice.


-Introducción a los conceptos de Mito, Símbolo, lo Sagrado, Religión.
    -La hierofanía y la experiencia religiosa. El hombre religioso.
    -La Diosa de los pueblos agricultores, los dioses de los pueblos de cazadores

-Las religiones mesopotámicas.
-La religión sumeria.
-El Poema de Gilgames. La noción de destino y el sentido de la muerte.
-La religión babilónica.
-El panteón divino. La adivinación.
-La religión egipcia.
-Mito e historia faraónica.
-La inmortalidad.
-La religión Hitita.

- Las religiones de la zona sirio cananea
   -El Dios monólatra
   -La religión del pueblo de Abraham
   -Introducción al concepto de Dios monoteísta.

-La India védica.
-El Hinduísmo.
-Buda y el budismo



Segundo Semestre
Hacer un recorrido por dos de las principales religiones prehispánicas de México, la maya y la azteca, nos permitirá conocer la forma en que ambas culturas concebían e interpretaban el cosmos, en el cual habitaban los dioses y los hombres en una relación estrecha en la que los mitos y los ritos expresaban los conceptos de espacio y de tiempo, de divinidad, realeza y humanidad para dar sentido a una imagen del mundo y del universo siempre en movimiento, siempre renovado que dependía, como la vida misma, del propio sacrificio de los dioses. De la misma manera, en este curso se comentarán aspectos particulares de algunas mitologías de pueblos indoeuropeos -celtas y germanos-, a fin de comprender el sentido de ese fenómeno del pensamiento religioso que nos hace saber que en Oriente toda mitología se convierte en religión, en tanto que en Occidente toda mitología se convierte en épica y poesía.

En el caso de la religíón maya, nos serviremos de la lectura y discusión del Popol Vuh, a fin de conocer las nociones de tiempo y espacio contenidas en el simbolismo de las divinidades y su relación con los hombres a través del juego de pelota, así como la forma en   que el relato mítico  vincula a la actividad agrícola y las acciones de los soberanos con la cronología mítico-histórica sobre la que se apoyan  la vida cotidiana y la noción de destino en la cultura maya. Para las mitologías indoeuropeas, los comentarios acerca del relato mítico legendario del héroe celta Cuchulain nos servirán para encontrar las analogías entre las diferentes funciones divinas pertenecientes a lo mágico jurídico, lo heroico y la de los proveedores y poseedores de la técnica para comprender el sentido mismo de la estructura religiosa y social de pueblos como el indio, el romano, el celta y el germano.


Las reflexiones sobre los referentes míticos que fundamentan la aparición del judaísmo, el cristianismo y el islam, nos permitirán establecer las correspondencias entre experiencia religiosa e historia, así como la formación de los ámbitos escatológicos que dan sentido a sus contenidos espirituales.

-Judaísmo
-El momento patriarcal.
-El Dios Monoteísta y Moisés.
-Mesianismo y apocalíptica.

-El cristianismo.
-Antecedentes del Cristianismo.
-Jesús y la figura mesiánica.
-Formación del cristianismo.
-Evangelios canónicos; el evangelio de Tomás, el evangelio de Myriam de Magdala.

-El Islam.
-Mahoma y el Corán.
-Mahoma y la formación del Islam.

-Religiones prehispánicas.
-Los mayas
-Espacio y tiempo sagrados
- Popol-Vuh y su simbolismo astronómico agrícola.
-Teotihuacan y los toltecas; el universo de los dioses.
-Los aztecas.
-Mito e historia, la herencia toltecáyotl.

-Las mitologías indoeuropeas
-La diosa y el héroe.
-La estructura trifuncional del panteón divino.
-Germanos, celtas y romanos.

Conversaciones sobre País de nieve de Kawabata*

*Ensayo publicado originalmente en la revista Caratula número 46. Ver aquí


Juan Galván Paulin
Ni por extraña ni por lejana, la creación literaria japonesa deja de ser sutil, ni abandonar su lánguida belleza, como tampoco dejar de lado la incisiva profundidad en el alma de sus protagonistas. Así lo muestra Juan Galván Paulín en este ensayo sobre la novela País de Nieve, del Premio Nobel de Literatura 1968 Yasunari Kawabata, maestro de la concisión y de la estética de los sentimientos en las facetas del amor.

...visto a través de la ventana de un tren el paisaje es tensión de la nostalgia; no por lo que se deja atrás, sino porque seguramente al llegar a destino toda evocación cobrará su temperatura, se hará evidente esa viscosidad del recuerdo que gotea en el alma, pues el recorrido, lo que deja atrás el vagón es una forma de la distancia, en realidad un desplazamiento temporal que se incrustará en la memoria: el para siempre es la primera huella del olvido en las mutaciones de la ausencia y su dolor reviniente; eso que miramos desde la ventana del tren, eso de lo que huye o se oculta la mujer de la pintura de Edward Hopper, Compartimento C, coche 193, sentada al extremo de la butaca que da al pasillo (laberinto lineal para otras soledades), es suma de instantes anónimos que nos obliga a rememorar hasta el conjuro ese momento en que descubrimos en el vidrio que lo que miramos es nuestro rostro, un visitante marcado con el gesto de su desconcierto, las huellas de lo pospuesto, de los deseos acaso traicionados por la miseria de esa amnesia de nuestras derrotas, que ningún viaje o huida o bullicio en cualquier andén puede aliviar… así es el paisaje de sí mismo que Shimamura intenta ver en el rostro de Yoko en el tren que los lleva, a partir de ese momento no más desconocidos uno del otro, al pueblo en las montañas donde él pasará el invierno, en el que la aprendiz de geisha, Komako, lo espera para calentar sus noches de cualquier modo; pueblo en el que Yoko decantará su presencia en el deseo agazapado e intruso de Shimamura, semejante al que nos provoca la mujer del Compartimento C…, próxima a la mirada, a lo que su postura nos invita a imaginar: su rostro apenas descubierto por el sombrero, toda ella invitándonos secretamente a besarla, a inmiscuirnos en su ámbito y poseernos en el misterio de su existencia, pero tan ajena… una mujer derrotada, no vacía sino sola como puede estarlo aquella que, por sobre toda prevención o advertencia o ritualidad, decide ir más allá de esa cortesía que la amistad obliga a practicar entre la geisha y su contratante: eso se develará en Komako, eso será el dolor rezumando en su deseo… lo que Shimamura ve en Yoko en el tren, lo que Komako le entrega una y otra vez, es el motivo de País de Nieve, novela donde Yasunari Kawabata narra, en una disección hecha con un fino pincel que penetra la médula de las cosas y el interior de la condición humana, el anhelo como eje donde el hombre y la mujer se abisman a la espera de la aparición de ese territorio para la mirada en el que el apetito se larva: atisbo fugaz de un fragmento de piel que asoma fortuita o intencionalmente por los pliegues de una manga, en el vaho de una ausencia marcada en el lecho, en la inquisición que Komako hace a su propia conciencia en la que, al abjurar de su amor por Shimamura, más penetra la evidencia de los años que ha pasado a la espera de su arribo cada temporada: tiempo en que todo se detiene, en el que únicamente existe la respiración en vilo que inflama el cuerpo de Shimamura quien, ceremoniosamente (porque ese atisbo a la piel y su abrasamiento no son instinto sin más, impulso, sino el rictus con el que nos da tregua la muerte: erotismo, uno que, para Kawabata, es lo que denota la vibración de los actos y de las cosas, la cualidad de su belleza continente) se impide acariciar, detiene el beso, sólo posa la mirada para prolongar el súbito de la visión, retenerla y a partir de ahí convertirla en ritual memorioso que repte de nuestro cuerpo a la conciencia y a la dermis y así dotarnos de un ansia que incinere lentamente, devenga prolongación hacia el instante de su consumación para que, entonces, todo desamparo desaparezca en una placidez originaria, momentáneamente… la placidez inaprehensible de lo bello como cualidad que inviste el espacio -y con éste lo que en él permanece o se desplaza o lo mira- es con lo que Kawabata teje de la anécdota sus atmósferas -posibles gracias a la densidad emocional que las inviste- y la presencia de los personajes que las padecen: nostalgia por el deseo que surge en el cuerpo colmado que, por eso mismo, no alcanza a extender su placer más allá de lo efímero; nostalgia que intuye formas de la permanencia…... Kawabata, atormentado quizá, como muchos afirman, por una búsqueda incesante por develar la plenitud que instaura el vacío del tokonoma como el sentido de lo bello –ausencia que deviene espacio que se colma de sí-, que se nos revela en el instante del deseo –su aplazamiento y su realización- mediante la certeza poética de una historia de amor, que es así mismo comunión y desencuentro; y se sirve de Shimamura y Komako para decirnos que tal plenitud es vacío narrado en evocaciones; y lo hace haciéndonos saber lo que sus personajes son –no lo que hacen- en sus encuentros: intimidad expresada a instantes, familiaridad pasajera –anulación del otro por lo que de mí mismo no alcanzo a saber en ese espejo difuso de una alteridad que creo conocida, cercana, pero a la que he pretendido despojar de su misterio-, siempre proclive a sustituirse por la sórdida gratificación del avance del olvido; por esto mismo, intimidad voraz pues está construida de fugacidad; País de nieve es tokonoma, sentido del vínculo, estética, erotismo: imposibilidad irrebasable; instante pleno, sí, como el del abrazo y el de la mirada, del beso en el que los amantes (o el de aquella que ama y, a pesar, anhela el amor del otro –Komako, cualquiera de nosotros, la mujer del Compartimento C…) interpretan gestos, palabras y silencios, y los atesoran para construir con ellos el frágil cristal en el que se sostiene su gozo, el ansia de eternidad o comunión, transfiguración; mirada que es vida y existencia poblando de sus personales anhelos y paisajes y cuerpos y victorias, sus derrotas, el interior de Shimamura y Komako; mirada que no puede identificar en el otro aquello de sí mismo que le permita abrazar lo que se le entrega: la redención, una minúscula certeza de mí mismo en el instante revelador de todo éxtasis de la carne… esas miradas de los amantes que se imaginan espejos para la resonancia de lo amoroso, se tornan el laberinto de las discusiones con las que Shimamura y Komako justifican, cada uno para sí, esa cualidad paradójica de la separación, el alejamiento que supone la cercanía, el entramado emocional que lleva ¿a qué abrazo?... Shimamura va a la posada; puede creer que va ¿hacia quién?, que descubrirá -sin pesar, porque así lo ha permitido, porque toda pasión más temprano que tarde deviene helor del sentimiento- que Komako es una rutina, deseable y ardiente, si se quiere, pero una rutina de temporada –mejor, una costumbre obligada- con quien, entretenido por su conversación culta, sus virtudes y su erotismo dispuesto para él, pasará unos meses lejos de la ciudad, de sus esposa y de sus hijos –triángulo alimentado de tedio-; ¿va hacia quién en ese pueblo si en realidad Yoko (la mujer del Compartimento C…) parecía ser al principio el azar, el arribo a la estación, el encuentro verdaderamente furtivo que animan en él –eterna geometría de amar al otro indiferentes a quien nos ama-, en el momento en que la mira en el tren, la memoria del deseo, la nostalgia de lo traicionado en el territorio de la impermanencia de la intimidad; anhelo vencido por la progresión de un tiempo distinto a ese en el que transcurre el ámbito ritual de los amantes?... en esa trágica intersección de la plenitud con la aciaga presencia de lo cotidiano, Komako es la exigencia de lo vital y del presente, la usura y la furia femeninas en su entrega que pide, con la certidumbre de la derrota, compromiso a Shimamura para poder habitar, como posible retiro de su condición de geisha, una existencia propia: Komako es el signo trágico de la desesperanza que quiere de Shimamura el espejo para hacer resonar su vida; golpe en elsamisén que despierta de su letargo a Shimamura un momento, solo un momento; y éste despierta para reconocer que Komako es, si acaso, una parte de ese todo que significa para él lo que es gozar de lo que el País de Nieve le prodiga: un paisaje, el sobrecogimiento shinto que le provoca la permanente revelación de la naturaleza en la que están inmersos los aldeanos, los tejedores de seda; lugar en el que su nostalgia tañe sonoramente para decirle que el deseo nunca es colmado, que en la comunión de la estética y del erotismo –pathos amoroso-  puede no alcanzarse la redención, que quiere marcharse y que Komako quiere que lo haga para así dejar de atormentarse; que Yoko es justamente aquello que miramos en nuestro rostro pasmado frente al vidrio de cualquier ventana, como en la del tren donde todo va quedando atrásy quiere sospechar el futuro: lo que siempre quedará pendienteen todo abrazo entre los amantes… País de nieve es la metáfora con la que Kawabata llena el tokonoma de ese tiempoespacio eterno de la belleza, de lo inasible o irrealizable; es el cuerpo muerto y quemado de Yoko cargado por Komako; y con esta novela nos hace abordar la gesta del anhelo, la eterna punción del deseo que consume de pasión al hombre y a la mujer en toda entrega y los deja vivos para el drama de la nostalgia…


Notas
Yasunari Kawabata. País de nieve; traducción e introducción de Juan Forn. EMECE, Argentina, 2006

Conversaciones: Con la muerte de Narciso*

*Publicado originalmente en la revista Caratula número 41. Ver aqui

Juan Galván Paulín
De las resonancias y luces suscitadas a partir del X Congreso Internacional de Poesía y Poética 2010, el texto siguiente nos conduce hacia laberintos de lectura del poema "Muerte de Narciso", de José Lezama Lima, exégesis sugerente debida a la pluma de Juan Galván Paulín, antes que nada, poeta, pero además escritor, académico y sociólogo, originario de México, D.F., a quien agradecemos su generosidad por permitirnos conocerla,"Conversaciones con la muerte de Narciso".

Parte 1 ... Dánae teje el tiempo dorado por el Nilo... y es ahí, en la conjugación de dos imágenes, la gran Diosa aquea, y el fluir inmortal y siempre reviniente del río de Osiris, en la plenitud de su Muerte de Narciso que da inicio la intención poética de Lezama Lima... un primer verso, inaugural y genitor como pocos: la Diosa como advocación del destino, la progresión hacia lo que debe ser cumplido por el acto de la voluntad; y el curso perenne de inundaciones cíclicas que conduce hacia la inmortalidad señalan esa profundidad de lo que para el hombre deberá significar la resurrección por la poesía... La imagen como un absoluto, la imagen que se sabe imagen, la imagen como la última de las historias posibles [...] al verse y reconstruirse como imagen crea una sustancia poética... una resonancia, no un eco; toda palabra que se eslabona verso en este poema es evidencia de lo primigenio, de un espacio y de un tiempo originarios que encarnan en un presente en devenir: el poeta nombra lo existente y éste entonces aparece por primera vez haciendo posible nuestra estancia en una realidad que, por cotidiana, y sólo gracias a ello, es revelación de su portento y del milagro que somos... el poeta -todo hombre, así lo querría Lezama- debe enseñar que lo que nos parece desgastado, agobiado por la rutina de una mirada ya incapaz para el asombro -en realidad lo es porque en su uso se han erosionado sus nombres-, y que para ser debe nombrarse a semejanza de la primera vez; sólo así la realidad, este entorno nuestro puede ser habitado; sólo así será, más que lugar, ámbito para el cumplimiento del destino, que no es otro que la realización de la existencia, aquella que se desempeña con su carga de anhelos y en la certeza del azar que es la vida... Vertical desde el mármol no miraba[...]/ Rostro absoluto, firmeza mentida del espejo./ El  espejo se olvida del sonido y de la noche/ y su puerta al cambiante pontífice entreabre: como un generoso otorgamiento, acceder a mirar y habitar la extrema firmeza del infinito, es, como bien lo dice d'Algange, posibilidad del metafísico y del poeta; Narciso que va adquiriendo la mirada y el tacto necesarios y exigidos para habitar el camino que asciende -una progresión cotidiana- hacia la conciencia de sí, que es asumir la estancia en la realidad como religiosidad; y he dicho camino porque el hombre no se planta porque sí en tal conciencia, sino debe llegar ahí a través del peregrinaje que supone la revelación de tal realidad por lo poiético; y la poesía no es literatura, es mirada profunda... el poeta, el hombre, Narciso, aquel que es, no es y quiere ser, se asoma al espejo, una alteridad que es umbral, la creciente del río que reviene y al mismo tiempo es una inmovilidad en la imagen que refleja: un rostro que se observa y que en esa imagen aparentemente estática del espejo el poeta, el Narciso, se ensueña, pero no se enamora de la apariencia, en realidad está hechizado por las transmutaciones que en él advierte: el tiempo, su paso, que si bien es inclemente, cruel y terrible, no es otra cosa sino la certeza de lo ineludible, y por ello debe ser celebrado: el devenir, Dánae, el destino que cobra apariencia en ese rostro: Máscara y río, grifo de los sueños./ Frío muerto y cabellera desterrada del aire/ que la crea, del aire que le miente son/ de vida arrastrada a la nube y a la abierta/ boca negada en sangre que se mueve. ... el cambiante pontífice, el poeta consciente de lo temporal, el hombre, cabalgado el atisbo a sus edades, está frente al espejo que entreabre su puerta -y señala lo sagrado- y mira , qué, qué abismos, qué gestos en ese estanque, en el espejo en su habitación: Narciso ve detenidamente una profundidad, la suya, y eso es lo que lo seduce, lo que descubre y desconoce pero que ya está ahí... porque debemos imaginar a ese poeta, ese Narciso, ese nosotros mismos, ahí, en el axis que es su alcoba, el mundo todo en esa esfera de su recámara, a solas con ese otro que es él mismo parado o sentado frente al espejo, el río de Osiris que es la libreta de notas -la hoja de papel en blanco, o como sea- para descubrirse y para revelar con una crónica exacta lo que Dánae va tejiendo palabra a palabra, signando con la tinta de la estilográfica lo que se le revela; un muchacho atenazado de ansiedad en la primera juventud mudando acaso la crisálida de una infancia que se abandona para acudir a citas no menos perentorias; así, la mirada que posa en derredor ve lo acostumbrado, sí, pero en la escritura puede destilar el asombro que esto le provoca: Olvidado papel, fresco agujero al corazón[...]La mano que por el aire líneas impulsaba [es decir, el poeta se peina frente al espejo]. Ahora llevaba el oído al caracol, el caracol/ enterrando firme oído en la seda del estanque: sí, la hoja en la que se desliza la plumilla con la savia tinta comienza a historiar de la infancia conocida al acabamiento presentido. Para Lezama, Narciso no es quien ama de sí su rostro, sino aquel que, revelado su destino, se entrega a él para habitar lo temporal de la existencia: el estanque es imagen del abismo en el que la vida desempeña su posibilidad. Así la infancia con su asombro rotundo, sus impresiones imborrables: Granizados toronjiles y ríos de velamen congelados: la sorpresa inaudita de una granizada en la Habana; la calle donde la niñez era el tiempo todo en su espacio asaeteado por revelaciones ineludibles de pronto suspende la navegación de esas embarcaciones de papiros, los barcos de papel en un Nilo plagado de esferas irregulares de hielo que aguardan ponerse en movimiento gracias a la acción de Ra, que el poeta describe así: aguardan la señal de una mustia hoja de oro [un rayo de sol en su incandescencia], alzada en espiral, sobre el otoño de aguas tan/ hirvientes; y aquí, por antítesis, el granizo, en su inmovilidad, en el vaho que despide por la acción de la hoja de oro, hierve, y al hervir sublima en Dócil rubí quedaba suspirando en su fuga ya ascendiendo; por esto Ya el otoño recorre las islas, y lo que nos parece una mención cartográfica y estacional se convierte también en la referencia a la edad: El río en su comunión con el atributo de Dánae es el doble sentido de lo temporal que en la suma de sus ojos anunciaba/ lo que pesa la luna en sus espaldas y el aliento que en halo convertía; y de la referencia  a lo temporal pasamos también a la imagen, la viñeta de una luna navegando la superficie de un azogue para después difuminarse en ese tránsito que es el halo, el acabamiento, una muerte donde el Dócil rubí [...] en su fuga ya ascendiendoes la posible imagen del ascenso del alma a lo celeste... Pero Narciso, el poeta, continúa su labor, inquieto por las revelaciones que acuden a su memoria escribe; las palabras y las letras contienen algo más que su sonido impreso, y su labor es la de un pontífice -cabalista transido- que nos hace comulgar con lo sagrado, la de un hierofante que permite la manifestación de lo que el umbral del espejo permite se asome: Antorchas como peces, flaco garzón trabaja noche y cielo,/ arco y castillo y sierpes encendidos, carámbano y lebrel; las letras, las palabras cambian su apariencia y se vuelven substancia, formas y figuras que urden imágenes, el llamado de otras realidades; en su trance, el poeta sólo escribe lo que le es dictado, lo que de sí mismo, de esas sus profundidades emerge como contenidos encarnados de su mirada y de su experiencia, y sabe que es médium para el éxtasis de quien se encuentra con el poema: Ecuestres faisanes ya no advierten mano sin eco, pulso desdoblado: los dedos en inmóvil calendario y el hastío en su trono cejijunto: el rictus solemne de quien ya sabe, el gesto en el rostro del hombre, del Narciso a quien la edad se le ha venido encima y arruga el ceño en su frente... Pero antes, antes la fulguración de una imagen; el joven poeta ha ido a las catacumbas quizá motivado por un crucifijo encima de su cama; una imagen que ya nos anuncia esa resurrección en la que tiene fe y que cobra sentido mientras lo escribe sin saber qué es lo que anota: pez mirándome, sepulcro... y regresa al estanque, al espejo, al río donde Dánae teje el tiempo para saber de éste que no únicamente es fugaz, sino que en su mentira están la esencia y la certeza de sí mismo: apariencia con la que se disfraza lo incondicionado: [...] así el otoño que en su labio muere, así el granizo/ en blando espejo destroza la mirada que le ciñe... ¿qué más fugaz que el granizo que deviene agua después de ser agua de lluvia paralizada?... que le miente la pluma por los labios, laberinto y halago [...]/ La ausencia ya en el cabello que en la playa/ extiende y al aislado cabello pregunta y se divierte; sí, esa progresión del tiempo enriquece y devasta del mismo modo a la materia, al cuerpo; en su cotidiana evidencia es esa tierra yerma, esos arbustos raquíticos que provocan la sonrisa: no es otra cosa sino la temporalidad señalada por la calvicie, por ese inicio de la declinación del otoño del cuerpo que exhibe ya en la cabeza el pelo ralo (y también la tierra baldía, la de Elliot o la del rey Pescador); pero no es sólo la apariencia, o, más bien, a esta apariencia la acompaña -debe acompañarla- una sabiduría; por eso pregunta y se divierte, porque se conoce también lo que tal madurez entraña: Narciso sabe de sí, y quizá cada vez sea menos lo que ignora... pero como ese estanque, ya lo he dicho, es un umbral, su temporalidad otra permite también un fluir: la mirada de Narciso va de una edad a otra, porque, sí, todo momento prefigura a otros, y cuando la fulguración de la conciencia alcanza a iluminar somos capaces de ver en los gestos de la infancia los rictus de la senectud, o el asombro del hombre o de la mujer que se detienen a observar en el vidrio de un aparador la plenitud que les devuelve ese rostro opalescente: Muerte de Narciso se nos aparece como un continuo de imágenes que invocan en su conjunto la aparición de la analogía entre lo diverso; al hacerlo, la fracción de la realidad de la que somos testigos y personajes, bien por la mirada, la razón o el acto, se va adicionando de lo que lo/nos rodea, incluso de lo más lejano y desconocido: el mundo completa su sentido y la realidad aparece emblema, "antigua imagen heráldica que [habla] en figuras." ...así, la ascención que asume, [...] la curva corintia[...] traiciona los confitados mirabeles porque ha llegado el momento de separar mirada, afecto y cuerpo de la madre; entonces, por la imagen, Narciso penetra la revelación de la tragedia de Edipo, que es también un albedrío, una libertad conquistada por las evocaciones que el espejo reúne y que navega el ciego desterrado: es expulsado, sí, pero este exilio está hecho para caminar a ciegas -como debemos hacerlo todos- los contenidos de la vida que nos apropian; es expulsado, sí, no para expiar una culpa sino para adueñarse de su peso que es habitar el enigma de la esfinge y no sólo resolverlo, porque esto es lo que hace el poeta, habitar y hacernos habitar, en una fulguración, el sentido pleno de esa otra imagen que es la ausencia en la flecha que se aísla: un Narciso que desea tenerse a sí mismo, que su mirada sea su espejo y el laberinto de la existencia su voz, el retorno al origen, la resurrección en el vientre de Dánae que es el tiempo, progresión y retorno del Nilo, evocación del padre muerto; así, la navegación del ciego desterrado es en realidad un otro nacimiento para recorrer la vida, una ausencia de sí y un misterio que deben colmarse: Si la ausencia pregunta con la nieve desmayada,/ forma en la pluma [el hombre sujeto del destino], no círculos que la pulpa [esa materia informe que es cada conciencia de sí y existencia que se arrojan incondicionales o forzadas al devenir] abandona sumergida: incertidumbre que lo real propina al poeta que debe resolver palabra a palabra, nombrando, que es reunir los pedazos de ese Osiris, padre ausente como imagen genitora de una prefiguración -como si de una transposición se tratara: "La diosa [Dánae, Isis] concibió dentro de sí una imagen de Anu [Osiris, el padre], tomó arcilla y modeló un hombre que dejó en la estepa" -para que el hijo pueda ser el cumplimiento de su destino, el cumplimiento de la imagen -como si se tratara de la transmigración del ka- del Coronel; prefiguración, videncia del ciego que es profecía, otra voz del Narciso poeta, anuncio del aliento con el que Rialta-Dánae-Isis ungirá con la palabra a Cemí con el peso de sí mismo -Ce (sé) mí (yo mismo, tú mismo, él mismo): Narciso-Edipo-y poeta, en el capítulo octavo del sistema poético Paradiso...

Juán Galván PaulínParte 2.- Así, sin más transición en el poema que la insinuación de una tierra que se renueva, Fronda leve vierte la ascensión que asume, el rostro de Narciso es ahora uno que estrena un aire con el que pretende alejarse de la primera juventud, pero que lo retiene precisamente ahí, en la vacilación de asumir lo que la vida tiene de responsabilidad, de albedrío, o en mantenerse aun en esa distracción y en ese pasmo del muchacho, que es una incertidumbre ansiosa; Narciso parece preguntar al arcano del espejo qué virtudes puede propiciarle el bigotillo sobre el labio, qué gravedad en las decisiones, qué seriedad o faltas dejarán en él las omisiones; pero en medio de ello, como en todo el poema en su decantación de imágenes, las palabras, su comunión reveladora de la densidad de lo cotidiano: la tristeza, la melancolía, estado extático en el que las metáforas advienen evidencia de lo real, que la ciñen y entonces no sólo la nombran sino la hacen aparecer, le procuran su cualidad panóptica, y mirarla es un trance que nos paraliza... eso que entreve Narciso es una visión, un hechizo, porque asistir a ese oráculo es alimento de profetas, no la mirada en el futuro sino, como ya he dicho, un atisbar en el sentido del destino: Ya sólo cae el pájaro, la mano que la cárcel mueve,/ los dioses hundidos entre la piedra, el carbunclo y la doncella. Si la ausencia pregunta con la nieve desmayada,/ forma en la pluma, no círculos que la pulpa abandona sumergida [...] pluma cambiante: tenso atlas./ Verdes chillidos: juegan las olas, blanda muerte el relámpago en sus venas... el hombre, Narciso, accede al reino de los arquetipos, los propios de todo mito sobre los que ha fundado el sentido sagrado que da peso a la realidad... y sí, los sueños son las etimologías de nuestros actos; Muerte de Narciso es relato del hombre habitando una realidad, la única, la diaria, que toda ella es sagrada, y en ella el hombre se reconoce objeto de profecías; sabedor del cumplimiento de un destino: ¿ser qué? ... qué portentosa puede ser la comunión a que Lezama obliga a  épocas y  culturas para hacer con ellas una historia extendida en poesía, y partir de ahí para unir en un solo verso lo vivo y lo muerto, o, más bien, dotar de vida a la muerte: y otra vez la sospecha de lo ineludible -Lezama diría el peregrinar de Proserpina por el río de la vida-: blanda muerte el relámpago en sus venas; en su belleza, la metáfora es aterradora, en su ritmo, en su sonoridad de golpe de tambor y de latido se encierra el sentido todo del viaje de Gilgamesh para saber que el ser humano tiene como condición ser mortal... y también, con cuánta lucidez en el delirio poiético de ese Narciso ante el reflejo de sí mismo relata lo que acontece en nuestro entorno y lo condensa: puede ser una calle, una ciudad, un arrozal, el pórtico de una casona, una plaza visitada en sueños: Orientales cestillos cuelan agua de luna [como una tirada de I Ching]./ Los más  dormidos son los que más se apresuran [porque los que sueñan adivinan y presienten y profetizan y revelan lo que siempre está frente a nuestros ojos],/ se entierran, pluma en el grito, silbo enmascarado, entre frentes y garfios [es un muelle, son también estibadores y sus faenas, su sudor y su cansancio]./ Estirado mármol como un río que  recurva o aprisiona, pero los ciegos no oscilan [aquí recuerdo Rumbo a peor de Samuel Beckett, al viejo y al niño, sus personajes, recorriendo una ciudad que conformen caminan va apareciendo: Luego de pronto el par se va [...] Pelo tenue. Blanco tenue/ y pelo tan claro que en tan  tenue luz tan tenue/ blanco. Gabanes negros hasta los talones. Negro/ tenue. Tacones de bota {irrupción de una imagen fascista}. Ora los dos derechos. Ora los dos izquierdos [...] Avanzan igual que en el/ vacío.]  ...y vamos de aquí al patio o a la terraza de una casa donde las jaulas de las aves y los cantos de los pájaros decoran las horas: Espirales de heroicos tenores caen en el pecho de una paloma/ y allí se agitan hasta relucir como flechas en su abrigo de noche ... en el poema, Lezama hace habitar a Narciso todo aquello que, en el relato del mito, su arrojarse al estanque deja enunciado; Lezama se apropia de una acción, que los recursos del simbolismo paradójicamente quieren estéril, para dotarla de existencia, una que nos refleja a todos: porque la inquisición de Narciso al estanque es la pregunta que desplegamos día a día, sea silenciosa, a gritos o con actos; es la pregunta que nos confirma con su incertidumbre una de nuestras dos posibilidades, estar vivos o ser ausencia a veces evocada; pero como lo único que puede confirmar este devenir nuestro es la vida, aunque larvada ya de acabamiento, entonces -y esta es la sospecha de Lezama que empieza a intuir en Muerte de Narciso, lo que luego en Paradiso es su complementación a Heidegger-: “el hombre no es un ser para la muerte, sino que va a la resurrección por la poesía, a ese renacer que el Enseñador revela a Nicodemo”... Narciso se acicala, sobre la camisa blanca una corbata sujeta por un alfiler: esa visita recurrente al espejo para comprobar que estamos ahí/aquí, que somos devueltos por la alteridad; porque espejo y umbral no sólo el azogue, también los ojos en quienes nos miramos: Relámpago es violeta si alfiler en la nieve y terco rostro. [...]/ Polvos de luna y húmeda tierra, el perfil desgajado en la nube que es espejo... Narciso se apresta para salir a los misterios que le depara la noche, a aquello que está hecho para perseguirse y comienza como un maullidoFrescas las valvas de la noche y límite airado de las conchas/ en su cárcel sin sed se destacan los brazos,/ no preguntan corales en estrías de abejas y en secretos/ confusos despiertan recordando curvos brazos y engaste de la frente: Narciso va a la noche, al encuentro de los otros, hacia los cumplimientos que el deseo ya le intuye; ahí mismo, en ese espejo, en ese umbral irrumpe una fiebre, que aunque no le dé la sed, lo cerca; Narciso al abordaje de su pulsión más interna, la que también le asegura de la vida, su erotismo, y su imagen se desdobla en las posibilidades de lo sexual y acaso de lo amoroso: Desde ayer las preguntas se divierten o se cierran/ al impulso de frutos polvorosos o de islas donde acampan/ los tesoros [esa tradición caribeña de la crápula de los piratas] que la rabia esparce, adula o reconviene./ Los donceles trabajan en las nueces [los tornos, los talleres mecánicos] y el surtidor de frente a su sonido/ en la llama fabrica sus raíces y su mansión de mitos soterrados... y en esta estrofa Narciso celebra el trabajo, la rutina obrera que dignifica a la humanidad; esto señala también que Narciso ama, que en la vida está colocado con su azoro frente a una realidad que entiende portentosa, una teofanía que lo lleva a escribirla; entonces el acto de nombrarla es también un nombrarse, un existir rendido a lo incondicionado; y ese amor es la apertura en la mirada, en los sentidos que sabe son los que permiten que el ser posea un espacio y una identidad; Narciso, al mirarse en la alteridad del estanque, en el espejo, se sabe sensual, es decir, volcado hacia lo real y lo tangible intuyendo lo intangible, pues éste es aquello que en los seres y las cosas, en tanto pueden ser aprehendidos por la imagen adquieren densidad, y volumen y peso y pueden ser acariciados y reconocidos: [...]huidos los donceles en sus ciervos de hastío, en sus bosques rosados [ciervos de hastío que no son corceles, son automóviles que los conducen a antros para los encuentros, y todo en medio de la algarabía]./ Convierten si coral y doncel rizo las voces, nieve los caminos,/ donde el cuerpo sonoro se mece, delgado cabecea.[...]/ Narciso, Narciso. Los cabellos guiando florentinos reptan perfiles,/ labios sus rutas, llamas tristes las olas mordiendo sus caderas... así como celebra el poeta el trabajo de los donceles en los talleres, del mismo modo se inflaman sus sentidos al contemplarlos luchando con las olas en la playa, donde sus cuerpos son llamas, flautas, dedos mordisqueados; y este inflamarse, si bien es deseo en el primer impacto a las pupilas, se vuelve emblema de sí mismo al prolongarse en imagen: y doncel rizo las voces [carcajadas, gritos, alegría], nieve los caminos [esa sal de desaparición instantánea que deja la espuma de las olas en la arena alrededor de los pies de los donceles cuyas sombras son pinos, ya columna de humo [...] y surtidor en viento desrizado]... evocación de los cuerpos, a la manera de Cavafis asomado al balcón al amanecer después de haber amado al muchacho que seguro yacía su cansancio o su intriga en el lecho: Si se aleja,  recta abeja [el aguijón, el sexo], el espejo destroza el río mudo [acalla el silencio, lo transmuta en voz o en gemido, en poema con el que se apresa el incondicionado del deseo].Si se hunde, media sirena al fuego, [...] tejen blanco cuerpo en preguntas de estatua polvorienta [así como el doncel de Cavafis o los donceles de Lezama, el poeta, Narciso el lector también encuentra en ese inflamarse de los sentidos al otro,  la otra, que le devuelve la mirada transida por el eros] [...]/ Frescas las valvas de la noche y límite airado de las conchas;  lo lunar que expone su misterio y lo oculta en el reverbero de la piel: Cuerpo del sonido el enjambre que mudos pinos claman, para que la imagen se desdoble y pase de lo carnal a encarnar también en el paisaje que es un bosque, o una ciudad o el mar que atrae con su vaivén, como un latido al encuentro y al abrazo de los cuerpos, de esas islas que somos todo Narciso, esas islas llenas de vitalidad o recorridos por el otoño, un placer del que nunca se abjura: Chillidos frutados en la nieve, el secreto en geranios convertido... en su dualidad indisoluble, la vida y la muerte son el secreto que el poeta ilumina con su revelación; misterio y milagro que le dan peso al hombre y voz en su ascenso por la existencia, en su peregrinar los senderos de su tiempo y su rutina: La blancura seda es ascendiendo en labio derramada; del surtidor de la simiente a su espasmo, al canoso bigote de la serenidad, esta imagen contiene esa certidumbre de lo dual en su sentido más profundo: el hombre en su fluir por el Nilo en la urdimbre de Dánae: la vida en devenir permanente en la temporalidad: [...]  abre un olvido en las islas, espadas y pestañas vienen/ a entregar el sueño, a rendir espejo en litoral de tierra y roca impura; imagen funeraria, cuerpo yaciente en la muerte, o imagen del instante pausado que adviene posterior al orgasmo, apoteósis donde Eros y Tanatos se han fundido para darle resurrección a los amantes, conciencia que despierta de la lucidez para posarse nuevamente en lo cotidiano: busca en lo rubio espejo de la muerte... entonces el destino de Narciso, su cumplimiento es evidente: atravesar el espejo es ir más allá de sí mismo para, en la otredad, aprehenderse entero; y apresarse a sí mismo a través de su imagen, de esa experiencia religiosa que es lo poiético, es quedar asaeteado con la revelación de un mundo que por fin miramos teofánico con el cinetismo del río, con el discurrir del telar de la Diosa; Si atraviesa el espejo hierven las aguas que agitan el oído: atravesar la transparencia del objeto es permitir que irrumpa, o irrumpir en, una realidad otra para adueñarnos de una mirada otra que no es sino la originaria, la de la primera vez que la realidad estuvo ante los ojos del hombre pasmado por tal majestad... Muerte de Narciso es imagen fundacional de Lezama, imagen a la que referimos esa nuestra condición de Adán a la búsqueda de dar sentido a la realidad pues, como dice d'Algange, "remontándonos hacia la fuente del uso ordinario de las palabras y las cosas, surgen figuras legendarias que amplían el sentido de nuestra existencia"; imagen de nosotros mismos que conocemos y reconocemos apenas inicia el poema; imagen heráldica, imago total pues la palabra, la poesía es origen y devenir, el sentido de la realidad donde se instaura la promesa, la duración de la existencia que es siempre el cumplimiento del destino en el azar que ella misma supone; evidencia del ser que es perseguida por el hombre para, a través de la revelación que propicia lo poiético adquiera la posibilidad de la resurrección: pues lo poiético es contemplar el mundo en su pertenencia a lo visible y lo invisible... este es el acercamiento que nos permite Lezama Lima en Muerte de Narciso, este el sentido de su sistema poético: expresar de la realidad el contenido sagrado del que devienen su cotidiano y el portento y el drama que es el hombre; Muerte de Narciso, una mirada y una verbalización donde lo sagrado y la realidad no se confunden, donde su comunión lograda por la poesía se transparenta para que ante nuestros ojos sea, un instante, en un arrebato sensual de la conciencia, ese aquí yeste horizonte que llamamos "lo real" y habitemos en él de una manera poética, religiosa:Ola de aire envuelve secreto albino [el sueño, el trance, Narciso traspasará el umbral, pero en estos momentos ¿en qué dirección si la puerta entreabierta es un centro, la frontera entre dos realidades que son espejo?] piel arponeada [con las certezas del destino y de la conciencia de la vida y de la muerte, falta, acaso, la del albedrío, pero ésta no tardará en aparecer ante su mirada en las pupilas del estanque]/ que coloreado espejo sombra es del recuerdo y minuto de silencio. [...]/ Chorro de abejas increadas [todo deseo y minuto y acto que son el futuro en su advenimiento hacia el presente] muerden la estela, pídenle el costado [la decisión, terrible, apocalíptica, de, siendo Dios volverse hombre para alcanzar la resurrección: "Es en vuestro interior/ donde está el Hijo del Hombre"(Lc.17,21); decisión que es la del Narciso Lezamiano, que atravesará el umbral para entregar el costado; la imagen crística de la lanzada de Longinos que es metáfora del centro, la carne, el cuerpo en el que se hace evidente la dualidad que da sentido al hombre, vida y muerte... resurrección][...]Así el espejo averiguó callado. [Esa sabiduría del Nilo en su permanencia (ciclo vida muerte), ese devenir que es el tejido de Dánae (la existencia, el devenir, el pasado y el futuro comportando el presente), el reflejo del azogue que es la mirada desde la alteridad, la búsqueda de sí mismo]/ Así Narciso en pleamar [en lo nocturno, en la profundidad del ámbito y del tiempo precisos para la revelación de los misterios y del ser] fugó sin alas [se arrojó al fondo de sí mismo, entró al sendero de su destino, pues este "fugar" no es un huir, un escapar a la comodidad de la inocencia, sino un hundirse en lo incondicionado, afrontar con la poesía, que es emblema de la existencia, lo que el transcurrir de la vida va imponiéndonos]... si de algo podía "enamorarse" Narciso de sí mismo es justamente de aquello que Lezama dice:Rostro absoluto, firmeza mentida del espejo./ El espejo se olvida del sonido y de la noche/ y su puerta cambiante al pontífice entreabre... la firmeza mentida del espejo es el punto de reunión entre Narciso sin él -Narciso no se tiene- y el Narciso que es un hombre poiético, que es un hombre para la resurrección... como dice el Evangelio de Myriam de Magdala: Y seamos el hombre en su totalidad;/ dejémosle arraigar en nosotros/ y crecer como lo pidió".